Konstantín Cheremisov | Kprf.ru Traducido del ruso por Josafat S. Comín para larepublica.es
Hace 20 años tuvo lugar un acontecimiento que cambió el destino, no solo de cada uno de nosotros, sino de la humanidad en su conjunto. Dejó de existir un estado, una superpotencia, núcleo del sistema socialista mundial, que garantizaba una existencia estable y el desarrollo de la civilización en la Tierra.Las causas y las consecuencias de este, para la mayoría de nosotros, trágico acontecimiento, exigen un sopesado y objetivo análisis científico. Están apareciendo ahora numerosas publicaciones dedicadas a este tema. Se está haciendo un intento de interpretar a su manera este decisivo momento en la historia de nuestro país en un proyecto conjunto, organizado por “RIA novosti”, por el periódico “Moskovskie novosti” y la revista “Rusia en la política global”. La mayoría de las publicaciones oficiales coinciden en destacar que: sí, sin duda la vida es ahora más difícil, pero eso es algo inevitable cuando se aplican reformas, debemos tener un poco de paciencia y podremos empezar a vivir como en Occidente, aunque ya ahora se pueden ver varios aspectos positivos. Así por ejemplo, en el informe “El nivel y el modo de vida de la población en Rusia en 1989 y 2009”, elaborado por ese baluarte del monetarismo, como es la Escuela superior de economía, se habla del crecimiento del consumo en un 45% para 2008 con respecto a 1990. Cierto que los datos de consumo en algunos indicadores muestran un descenso del consumo de productos de alimentación. Algo que no debería sorprendernos. Siempre es difícil pretender equipararse con los indicadores de una superpotencia. Al fin y al cabo, según datos de la FAO (Organismo de la ONU para la Agricultura y Alimentación), a mediados de los 80, la URSS aparecía entre los 10 países del mundo con una mejor alimentación. Además, hay que tener en cuenta que se ofrecen unos indicadores medios, en un país donde encontramos una estratificación social inadmisiblemente alta.
En lo que respecta a que se trata todavía de un periodo histórico corto, se nos dice que en Europa Occidental para llegar al actual estado de bienestar hubo que pasar por un periodo de más de cien años, y que nosotros de momento solo llevamos 20. ¿Y cómo estaba la URSS en 1945 y que logros se alcanzaron hacia el 1965? ¿Y la industrialización de los años 30? ¿Víctimas? Las hubo, igual que hubo injusticias, pero no como las que vemos hoy en día. Para confirmar esa afirmación basta con estudiar la dinámica del crecimiento demográfico. En primer lugar, entonces la población crecía, mientras que ahora el crecimiento es negativo. En segundo lugar, la mayoría de la población percibía entonces que había una mejora real de las condiciones de vida: se eliminaban las cartillas de racionamiento, la fábrica construía viviendas que permitían dejar la residencia y mudarse a un apartamento propio. En los años 70-80, los habitantes de las zonas rurales alcanzaron por fin un nivel de vida decente. Y en cuanto a la represión, lo que vemos es como en la actualidad la población reclusa en Rusia es mayor que en la época de Stalin. ¿Y lo rápido y eficazmente que resolvió el poder soviético el problema de la infancia abandonada?
Puede que sea esa la principal diferencia entre la Rusia soviética y la actual; la resolución de un modo rápido y eficaz de los problemas más acuciantes, y siempre en beneficio de la mayoría. Por eso en cuanto a todo lo que se habla sobre la torpeza e ineficacia del sistema planificado, basta con comparar, para ver dónde esta la verdad. Vale la pena que recordemos que el Estado trataba a las personas, precisamente como eso, como personas, asumiendo su responsabilidad ante la gente. Eran impensables situaciones como el no cobrar el salario durante meses, como el estar condenado porque no tienes medios para pagarte el tratamiento médico, como el no tener literalmente nada que llevarte a la boca, como el que los niños no acudan a la escuela, o cuando en lugar de productos que han pasado un control de calidad, te venden vete a saber qué, cuando da miedo salir a la calle, cuando hay núcleos de población en el campo sin agua, ni electricidad.
Después de todo, no basta con comparar los indicadores de consumo, también los de producción, los sistemas de salud y educación, el nivel de seguridad personal, y muchas otras cosas que conforman la vida diaria. Pero esa sería una conversación que daría para mucho.
Centrémonos solo en algunas cifras.
Como es sabido, uno de los principales apartados de gasto en el presupuesto familiar de la mayoría de los rusos, es el relacionado con los servicios comunales de la vivienda. El pago por el suministro de agua, de calefacción, agua caliente o electricidad, recae como un pesado fardo sobre cada uno de nosotros. Cada año aumentan las facturas, sin que eso se vea acompañado de una mejora en la calidad de los servicios prestados. ¿Dónde y a qué manos va nuestro dinero? En 1989, el gasto medio por todos esos servicios no representaba más del 3% del presupuesto mensual familiar, ya que por cada rublo que pagaba el inquilino, el estado subsidiaba otros 6.
En la actualidad, el estado ruso se ha liberado de cualesquiera obligaciones. Nos inculcan, que debemos ser nosotros los que asumamos por completo los gastos relacionados con los servicios comunales, costearnos nuestra salud y educación. Al fin y al cabo, nosotros somos los únicos interesados. Según parece, nuestro estado no está en absoluto interesado en tener una población sana y formada. Los gastos presupuestarios destinados a la salud suponen el 3,5% del PIB, lo que es muy poco. Y ya hoy, la población gasta en servicios médicos el 1,5% del PIB y esa cifra va en aumento, ya que es algo que va implícito en la propia política de comercialización del sistema sanitario. Y eso, que según los expertos, tenemos un déficit de médicos en el país, con un coeficiente de pluriempleo que alcanza el 1,6. Puede que sea por eso, por la colosal carga trabajo y cansancio que arrastran, que los médicos ponen tan a menudo diagnósticos equivocados: 10 veces más diagnósticos errados que en los países de la UE. Una situación similar encontramos en el sistema educativo. Si queremos tener un conocimiento aceptable y optar a recibir educación superior o profesional cualificada, deberemos pagar por las principales asignaturas en la escuela. La educación universitaria privada sigue creciendo. Para poder llegar a dedicarnos a la ciencia, tendremos que pagarnos un master. Al mismo tiempo vemos como aumenta la carga de trabajo en el profesorado, lo que acaba repercutiendo negativamente en la calidad de la educación. Ha crecido ya una generación que no llegó a conocer la URSS. La juventud actual, en su mayoría, se hace una idea de la vida en la Unión Soviética, partiendo de los estereotipos que se publican e inculcan desde los medios. Y por raro que parezca, hay una parte de las viejas generaciones que parece padecer un extraño tipo de amnesia. El principal estereotipo, es que en la URSS había carencia de todo. Es innegable que los ciudadanos soviéticos, tenían motivos más que de sobra para estar descontentos con el sistema de distribución, y especialmente con la comercialización de los productos de alimentación. Se producían irregularidades en el suministro y desequilibrios en el reparto según regiones, y había filas, etc. Conviene sin embargo señalar, que ese descontento surgía como una manifestación natural de esas nuevas exigencias, fruto los logros alcanzados en los niveles de alimentación. Además la percepción de muchas de esas insuficiencias, tenían mucho que ver con la presión ideológica. Así por ejemplo, en la URSS como media en 1989 se consumían 363 kg. de leche y productos lácteos por persona y año (en los EE. UU. eran 263). Sin embargo en los sondeos que se hacían en la URSS, el 44% de los encuestados respondían que no consumían suficiente leche. En Armenia, por ejemplo, donde la propaganda antisoviética era especialmente notable, el 62% de la población se mostraba insatisfecha con los niveles de consumo de leche y productos lácteos, siendo que en 1989 el consumo medio allí era de 480kg. por persona.
¿Si el poder adquisitivo de la mayoría de los ciudadanos de la Rusia actual fuese aproximadamente igual al de hace 20 años, no sería ahora el déficit más agudo que el que vimos en la época de la perestroika, que fue el que destacó precisamente por los aparadores vacíos, y que a la postre allanarían el terreno para la llegada de los “reformadores”? Para tomar conciencia clara de los resultados de las dos últimas décadas, podemos de un modo honrado, mirar alrededor, coger un folio y dividirlo en dos columnas: incluir en la primara columna los cambios positivos y en la segunda los negativos. Por ejemplo, cuántos habitantes de la región de Moscú mejoraron sus condiciones habitacionales entre 1971 y 1991 y cuántos entre 1991 y 2011. Cómo ha variado la estructura de la alimentación. Cuántas empresas trabajaban en las ciudades y en las haciendas agrarias y cuántas quedan. Recordar o preguntar a los mayores cómo pasaban las vacaciones (teniendo en cuenta que eran asequibles para la mayoría de la población). Y así podríamos seguir. Sería interesante ver esas valoraciones honestas, serenas. Creo que la principal conclusión sería que la Rusia actual, vive de lo que se creó entonces, es decir, vive todavía del potencial soviético y una vez que se agote, el país se verá irremediablemente al borde del abismo.
En el país se inculcan unos valores morales anormales, que son los que crean el caldo ideal para que surja gente sin principios. El sistema creado, es un sistema que ha arrebatado a la gente el derecho al trabajo y a un sueldo digno. Un sistema que nos ha privado del derecho a una educación y salud de calidad y gratuita. Un sistema que ha dejado sin un futuro digno a nuestra juventud y ha dejado sin protección social a nuestros mayores. Un sistema que ha conculcado los vínculos culturales y familiares de nuestra sociedad. Un sistema, donde se presuponen la corrupción y el latrocinio. Un sistema que ha destruido la seguridad del estado y ha originado una escandalosa incapacidad de mando y una estructura de organización enfermiza. Crear un paraíso en la tierra es algo imposible. Y la justicia es un concepto intrínsecamente subjetivo, por eso siempre habrá descontentos. Pero lo criterios que deben guiar el funcionamiento eficaz de las estructuras de gobierno, deben ser en primer lugar la seguridad y un nivel de vida digno para la mayoría de la población. Y partiendo de eso, podemos poner un suspenso a estos 20 años de gobierno de estos “perestroikos”, que destruyeron una superpotencia y que hoy pisotean incluso los derechos constitucionales de los ciudadanos de Rusia a una vida digna en un estado social.
Fuente: http://kprf.ru/otvet/95477.htmlTomado de http://larepublica.es/…
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